Ahora recordaba que en algún momento de cualquier día, no sabría decir cuándo ni cómo, supo que había vivido otra vida, en otro mundo. Era como si viniera de un extraño viaje, de un lugar del que no conocía el nombre, como si hubiera despertado y recordara un sueño sin la sensación de haber dormido. También recordaba que, un instante después de su regreso, tuvo la certeza de que en realidad no se había movido, ni viajado a ningún sitio, solo la sensación clara, física, de haberse girado ciento ochenta grados sin que nada a su alrededor hubiera cambiado: delante y detrás eran exactamente igual aunque no lo mismo. Se confundía el reflejo del espejo con el objeto reflejado y, por consiguiente, el país de Inopia, el nombre que puso al lugar del que venía, era semejante al mundo al que regresaba.


martes, 25 de febrero de 2014

Capítulo cuatro

Empujó aquella puerta entreabierta con el lógico temor de quien se adentra en lo desconocido. La puerta daba a una sala oscura de igual tamaño que el luminoso comedor que abandonaba. Junto a una de las paredes de la sala, un enorme proyector lanzaba su luz animada sobre la pared opuesta. Miró la proyección sobre la lisa superficie. Sus compañeros de partido cenaban y charlaban amigablemente y, entre ellos, él mismo. Escuchó con atención lo que decían: no era sino lo que se esperaba. Se escuchó a sí mismo: no era sino lo que ya sabía.
Tuvo un pensamiento perturbador: esas imágenes podían ser proyectadas porque en algún lugar habían sido o estaban siendo grabadas. Pero era evidente que no en el comedor ya que, si así fuera, él no aparecería.
Observó que el cable de conexión atravesaba la pared en que se apoyaba el proyector. Al otro lado se escuchaban voces aunque no podía distinguir lo que decían. Superpuestas, entremezcladas a las voces de la proyección, producían un eco extraño.

Sin duda, se encontraba junto a un Proyector de Realidad. Había oído hablar de ellos, pero pensaba, como el resto de los habitantes de Inopia, que se trataba de un rumor sin fundamento.

Los proyectores de realidad, según este rumor, eran artefactos creados en la década del 50 de la Nueva Era por Ygor, el teórico del nuevo arte publicitario. Inducirían una realidad virtual tan real como la vida misma de manera que “a la conciencia de un ser real cualquiera no le sería posible discernir en que lado de la realidad (actual o virtual) se encontraba”. También se decía que, para que eso fuera posible, ese ser tendría que ser condicionado desde el útero y sincronizarse a algún tipo de implante digital en el cerebro... y todos sabíamos que eso no podría ocurrir en una sociedad transparente, tersa y clara, como Inopia.

Oyó la estridencia de una sirena y abandonó atropelladamente la habitación. Al otro lado nadie se había dado cuenta de su desaparición, si es que en realidad había desaparecido pues... todo ocurrió como si girara el rostro 45 grados en dirección contraria a como, hacía un momento, lo había girado.

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El escritor en Inopia es una historia abierta.


Esta novela se halla abierta y en continua revisión. Si quiere hacer alguna sugerencia escriba un comentario. El autor se lo agradecerá.

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